martes, 3 de agosto de 2010

El pez y su boca II

Largaremos otra hipótesis, con un poco más de condimentos y un buen ejemplo. En parte, la sucesión de hechos que me pone contento es resultado de:
1) Debatir con nuestra pequeña valentía, sin miedos, sin vergüenza por lo que pensamos o sentimos.
2) Dejar que el pez gordo muera enfáticamente con sólo abrir su boca.
Ya hemos visto cómo la Iglesia se encargó de sustentar el segundo punto. Pero me gustaría recordar un hecho más: repasemos mentalmente cómo Franco Macri rechazó hace pocos días las acusaciones del PRO contra los Kirchner tras la confirmación del procesamiento de su hijo en la causa por las escuchas ilegales.
“Pondría las manos en el fuego de que el Gobierno no tiene nada que ver [con la causa por las escuchas ilegales]. Estoy seguro que no es un proyecto del Gobierno hacer que Mauricio tenga problemas”, dijo el padre del jefe porteño.
Don Franco hubiera sido más benévolo de haber rociado con querosene a su hijo y acercado un fósforo. Pero no: habló. Abrió su bocota, como lo suele hacer Mauricio Macri y como lo hicieron los evangelistas y los ultracatólicos durante la marcha contra el matrimonio igualitario. Se queman a lo bonzo, sin propuestas y sin un ápice de inteligencia. Como lo hace Carrió, o Morales, o tantos otros que no pueden mantener la mirada porque saben que tienen los ojos cargados de barro.
Debatamos, abramos nuestra fuerza vital y nuestra energía a la discusión, sí; pero también, en algunas ocasiones, dejemos que el chancho chifle. Que abra su bocota y se mutile su propia lengua, solito nomás.

lunes, 2 de agosto de 2010

El pez y su boca


Cada vez me ponen más contento las sucesiones de algunos hechos. Me llenan de una alegría movilizadora, sentimiento que me alimenta la tibia ilusión de que algo, una energía de nuestro palo por debajo de la tierra, viene molestando en silencio a muchos, y va por más.
La aprobación de la ley que posibilita el casamiento entre personas del mismo sexo se tradujo en un profundo estiletazo a sectores de la sociedad representativos de nuestros costados más horrorosos. Esos mismos sectores que otrora creían que el matrimonio como institución dejaría de existir con la aprobación de la Ley de Divorcio, hace algunos días gritaban, descarnados, que la sociedad llegaría a su fin si se les permitía a los gays contraer matrimonio.
"Tengo la cola cerrada y la mente abierta. Yo quiero ser bien claro con la frase esa. Yo puedo tener la mente abierta, pero no la mente abierta para ir contra natura. Ser homosexual es ir en contra de la naturaleza, eso es una realidad”, decía el diputado salteño Alfredo Olmedo. Y se tuvo que comer sus palabras. “Vos también la tenés adentro”, dijo el semidios D10go, y esta frase aplica también para Olmedo y sus pares pseudo-opusdeístas u opusdeístas del todo.
Pero volvamos y recordemos: en 1954, cuando estalló el conflicto con la Iglesia argentina, Perón sancionó una Ley de Divorcio, legalizó los prostíbulos y suprimió la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en las escuelas. Por ese entonces -tal como lo presenciamos hace muy poco- la Iglesia encabezó la oposición y, el 11 de junio de 1955 la tradicional procesión de Corpus Christi se transformó en una multitudinaria manifestación antiperonista. Tanto progresismo junto y tantos dardos apuntados contra “Retrograland” le costó el gobierno a Perón.
Quizás hayamos madurado como sociedad, quizás haya muerto de muerte natural una buena parte de los retrógrados. O quizás tantas luchas en los ´70 estén comenzando a dar sus primeros frutos por estos días. O quizás algunos sectores mueren enfáticamente con sólo abrir la boca. Quizás un poco de todo esto, lo cierto es que en esta puja entre poder político e Iglesia/derecha argentina, la política ha jugado sus fichas a favor del amor, el respeto por el prójimo y la igualdad de derechos. Lo que equivale a decir que la política está empezando, tímidamente, a ponerse al servicio de la sociedad.
De todo este menjunje, rescatemos algo: a veces, es necesario llamarnos a silencio, y dejar que el pez abra su enorme bocota.